Algunos sugieren que Trump, con lo que encarna, tal vez, sea una de esas figuras en la historia que emergen para encauzar el imparable declive de EE.UU.
A pesar de que algunos esperan que una eventual derrota del presidente de EE.UU., Donald Trump, en las ya inmediatas elecciones del 3 de noviembre, pudiera mermar su influencia en la política estadounidense y, en consecuencia, en el mundo, hay quienes creen que él puede ser una de esas figuras en la historia que ocasionalmente emergen para anunciar el fin de una era.
Son muchos los que aguardan con ansias la victoria electoral del candidato demócrata a la Presidencia de EE.UU., Joe Biden, con la esperanza de que este ponga fin a la política exterior de ‘América First’ (América primero) de Donald Trump, promovida en estos cuatro años de mandato.
De hecho, uno de los lemas de la campaña electoral de Biden, para atraer un mayor número de votos a favor de su candidatura, es su eslogan dirigido al “Renacimiento del liderazgo estadounidense”. El que fuera vicepresidente de EE.UU. durante el mandato de Barack Obama entre los años 2009 y 2017, apuesta por una sólida doctrina de política exterior coherente que guíe volviéndola a posesionar a Estados Unidos en la senda de la cúspide del poder mundial, bloqueando, de este modo, el imparable declive de la superpotencia del país de las barras y las estrellas en el mundo.
Ahora bien, considerando lo expuesto, a uno le surge la pregunta, ¿Qué ha acontecido en la era de Trump que su reparación se haya convertido en una de las principales promesas electorales de Biden?
Para empezar, se pude señalar que uno de los resultados más evidentes que se han registrado durante la Presidencia de Trump ha sido el fuerte declive de EE.UU. a los ojos del mundo, o en otras palabras, la decadencia de su “poder blando” como uno de los pilares de la hegemonía estadounidense.
Un sondeo realizado el pasado mes de septiembre por la consultora independiente Pew Research Center, entre los ciudadanos de 13 países más desarrollados del mundo, reveló que las precepciones de los encuestados respecto a EE.UU. se habían desplomado a niveles “inimaginables”. De tal modo que, tan solo 26 % de alemanes, 30 % de holandeses, 31 % de franceses, 33 % de australianos y 35 % de canadienses tenían una opinión favorable de Estados Unidos.
Este dato, por supuesto, no es el único indicador del declive del poder estadounidense bajo el mandato de Trump. El proteccionismo económico-militar derivado de la doctrina de ‘América First’ (América primero) que constituye el núcleo principal de las políticas promovidas por el líder republicano, ha minado los otros cimientos sobre los que se asienta el poder estadounidense y, en consecuencia, el orden internacional, liderado por Washington en los años posteriores a la Guerra Fría.
La referida doctrina de “América primero” de Trump, que se nutre de unas opciones nacionalistas y proteccionistas, se ha enfrentado a la concepción multilateral defendida por sus predecesores en la Casa Blanca, y afectando a las concreciones regionales e internacionales.
Como resultado de esta política, Trump ha retirado a EE.UU. de un sinfín de alianzas globales de carácter multilateral, y así como de su membresía de las organizaciones internacionales, además de librar una guerra comercial tanto contra sus aliados históricos, los europeos, y no tantos como los chinos, y se abstuvo de condenar los crímenes de los gobernantes autoritarios mientras estos sigan siendo socios comerciales de Estados Unidos.
A nivel nacional, el hecho de que el inquilino de la Casa Blanca haya recurrido a una diatriba constante contra los inmigrantes residentes en su país, y a políticas tales como apoyar la tortura y la represión y la brutalidad policial, incitar divisiones entre los grupos raciales e indultar a acusados de crímenes de guerra, ha puesto en entre dicho la legitimidad de EE.UU. para defender los principios de derechos humanos, que tanto viene alardeando de ellos, y, así como, el sistema democrático que se rige en Estados Unidos.
En estos cuatro años de su mandato, es difícil distinguir una doctrina exterior coherente sobresaliendo antes los rasgos de la personalidad del presidente Trump y su particular estilo de liderazgo, los mismos que han provocado conflicto de intereses con su institucionalidad doméstica y con la internacional, lo que ha terminado por minar desde adentro la gobernanza global de un sistema cuestionado desde afuera por diversos movimientos sociales.
FUENTE : https://www.hispantv.com/noticias/opinion/480621/trump-declive-imperialismo-elecciones